lunes, 12 de noviembre de 2007

de cine la vida - Capítulo 1 - el día C

Buscando crear un camino que llenara de sonrisas mi vida, decidí dedicarme a una de las artes que requiere del respaldo de una industria, de miles de millones de dineros (no importa la denominación de la moneda), de contactos y otras cosas.

 ¿Qué que es lo que quería? Fácil, regalado, hacer cine. ¿Cómo dices? ¿Para qué? Obvio… para… uhm, bueno y fue ahí el momento más crucial de mi vida, cuando me di cuenta que no sabía bien lo que quería, ni para que, ni porque, solo sabía que amaba el cine desde hace muchos años, que verlo, sentirlo, llorarlo y reírlo, era parte de mi vida y no deseaba alejarlo de mi ni un solo instante. Si lo hacía, si me dedicaba al cine, lograría descubrir la cantidad de sentimientos y emociones que podía compartir con el mundo, para al menos hacer sentir a alguien lo mismo que yo cuando me sentaba ante una pantalla de cine. Si no mal recuerdo fue un sábado de marzo, o abril del año 2002, unos días antes aterrizaba en la extraordinaria metrópoli de Nueva York, mi ciudad natal del alma como le decía yo, ese día extraían de la todavía arruinada zona cero los últimos 6 cadáveres del atentado más publicitado de la historia, la piel se me pone chinita, me choca que me pasen esas cosas, esas coincidencias, ves a alguien después de 2 años y a los 3 días se muere, que significa, porque pasa. Ya me acordé, sábado 23 de marzo, tengo muy buena memoria la verdad, no solo para fechas, también para nombres, caras, momentos, olores, olores sobre todo. Ese sábado mi vida cambio, había ido a la ciudad de Nueva York para cambiar mi destino, para dedicarme a lo que más quería hacer en la vida, la ciudad olía a gloria, la nieve olía a éxito y como no iba a serlo, si yo era uno de los 600 apasionados, locos de remate que intentábamos entrar a la Universidad de California para estudiar una maestría en producción y dirección de cine y televisión. La tenía ganada, de 600 habían seleccionado a 60 para hacer una entrevista, quedaríamos solo 21 y yo era el único mexicano, sin dudas quedaría yo, por eso de la diversidad multicultural, racial, religiosa, etc. Muy formal entraba yo en el lobby del hotel intercontinental, que miraba completamente estático, desde hacía unos años, al ya inolvidable, Central Park. Esperaba el momento de entrar a la entrevista, no podía creer lo que pasaba, por fin, todo lo que había soñado comenzaba a tomar forma y se acercaba a mi vida en forma de olores, los olores más maravillosos que yo recordaba. Seguramente esperaba cerca de la cocina, el viaje mental impulsado por el olor a lo que debería de ser uno de los platillos más exquisitos del menú terminó cuando un mal encarado hombre de aproximadamente 70 años mencionaba mi nombre y me hacía pasar a un salón donde otros 2 hombres mayores aún que el y una mujer que debió haber actuado con Buster Keaton, me miraban fijamente. Me senté, las manos me sudaban, nadie hablaba, quería decir algo y no sabía que decir cuando las primeras preguntas tomaron forma de palabra y viajaron en el aire con dirección hacia mis oídos, entraban de golpe por las orejas, parecía que Julio Cesar Chávez, no, que Mike Tyson, no, ambos, los 2, juntos me golpeaban incansablemente y mis brazos sin nada de fuerza se quedaban inertes a los costados de mi cuerpo. Supongo que me desmaye después de la golpiza intelectual que aquellos cuatro personajes sacados de cuento de Edgar Allan Poe, me proporcionaron. No recuerdo muy bien lo que sucedió ahí, pero recuerdo haber salido cabizbajo, sintiéndome como en el momento en que la enorme manguera de agua se abre para crear una tormeta y el personaje principal de la película llora en el recorrido a su hotel. Los 4 demonios salidos desde los mismísimos confines del infierno derrumbaron mi seguridad y sobre todo tiraron mi sueño por la borda, seguramente una ballena se los comió cuando pasaba cerca del barco y lo más seguro es que ahora acompañan a Gepeto en la barriga del animalón, quizá mis sueños le hayan ayudado a tener un poco de diversión.

 Con la cabeza por los suelos y los sueños con Gepeto, despertó en mi el instinto marciano del guerrero que no se vence y se elevo hacia mi mente el pensamiento de lucha al grito de vivir la vida, de vivir de cine la vida!