miércoles, 30 de julio de 2008

de cine la vida - Capítulo 2 - el día D

Sentando de nuevo en el minúsculo escritorio del piso 21 en las oficinas de una de las franquicias más exitosas del momento, admiraba desde la ventana los diminutos elefantes que caminaban por el estrecho territorio que algún descerebrado gobernante les había dado hacía ya, ¿Cuántos años tiene el zoologico de chapultepec? Ni la menor idea. De regreso a mi computadora, minimizo el power point con la presentación que debo terminar y escribo en la barra de búsqueda de google las palabras: zoologico de chapul…  y no termino de escribir cuando mi jefe, ese incansable humano que yo más bien creo que es un robot programado a no descansar y destruir a través del stress a sus empleados y en general a la gente que lo rodea. RoboHuman gritaba mi nombre a través de los altavoces de los teléfonos, las trescienta y pico de personas que trabajan ahí se han enterado que mi presencia en su despacho, era requerida. Disparado corrí hasta su escritorio y me postré frente a él. Mientras escuchaba órdenes y mi mano las anotaba, comencé a sentir como me salía de dentro de mi y me materializaba en forma de holograma justo encima de la cabeza de RoboHuman. De pronto todo fue muy extraño, ya que el holograma comenzaba a hablar y aunque lo que salía de su boca, digo de mi boca, no no, de su boca, era ininteligible, para mi era necesario pellizcarme para despertar de ese sueño y poner atención a la interminable tarea que me encomendaban. Por más que me pellizcaba no despertaba, las palabras de mi holograma comenzaban a notarse más claras, comencé a sospechar que no era un sueño, pero aún no podía entender lo que decía, lo que si era seguro, es que ya no tenía idea de lo que debía entregar para hoy a las 6 de la tarde. Comencé a notar que RoboHuman trataba de llamar mi atención, carajo, ya se había dado cuenta de que no ponía atención, realmente quería despertar del transe y los pellizcos no lograron hacerlo, mi holograma negaba con la cabeza, abría y cerraba la boca, RoboHuman movía las manos y gritaba mi nombre, traté de concentrarme, un último pellizco bastaría, no, los pellizcos ya no servían, necesito despertar antes de que…, tomé el lápiz con el que debía de estar tomando apuntes, lo levante lo más alto que pude en el aire, RoboHuman me miraba en silencio, tratando de descifrar mi próximo paso, mi holograma negaba con la cabeza y gritaba ya muy claramente que no lo hiciera, pero no tenía de otra, perdería mi trabajo. Contemplaba la escena cuando el lápiz comenzó a descender desde lo alto y con gran velocidad logró su cometido, me levantó de aquel sueño enterrándose en lo profundo de mi brazo, un chorro de sangre salpico el Armani de mi jefe. Lo bueno es que el holograma había desaparecido y yo podía continuar tomando nota, no ya no podía, el lápiz estaba enterrado en mi, pero podía escuchar perfectamente a mi jefe que decía: loco, loco, ¿qué te pasa cabrón?. Traté de sacar el lápiz de mi brazo y cuando lo logré.

 

Abrí los ojos en lo que parecía ser una enfermería, mi holograma flotaba en el aire paralelo a mi y me miraba fijamente, era una sensación extraña, nunca antes me juzgaba a mi mismo, muy amablemente le solicité que me dijera lo que me trataba de decir y así lo hizo, muy tranquilamente me dijo: cabrón que renuncies, que no pierdas más tiempo y ¡Lárgate de una buena vez a vivir de cine la vida!

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martes, 15 de julio de 2008

Un ensayo

Es lo he que he visto y sigo viendo, un deportista entrena, se prepara, vamos, ensaya para una prueba, también es lo que creo, que un artista practica, hecha a perder papel, lienzo, otra vez, ensaya para realizar una obra de arte; y ejemplos hay miles, profesión tras profesión, humanos tras humano, va ensayando para lograr al final, un objetivo con mejores resultados.

Yo veo a los niños ir a la escuela, estudian para un examen, ensayan, juegan futbol en el recreo, se preparan para el torneo, ensayan, y también ensayan para una obra de teatro. Desde el principio de nuestra vida, ensayamos, nos acostumbran al ensayo y en eso creemos y así lo practicamos.

¿Será que todos nuestros actos, nuestros hechos, los errores y los aciertos, las experiencias en general vividas, son ensayos? ¿Son ensayos que nos están preparando para aquella gran prueba o nuestra meta final, para nuestra obra de arte? Aquella que supone marcará nuestro destino y logrará que dejemos huella en el mundo.

Si los ensayos de los niños, de los deportistas y los artistas, son escenificaciones en pequeña escala del la competencia final. ¿Será que todo hacia donde vamos, hacia donde caminamos, nos espera magnificado? ¿Nos está preparando la vida? ¿Será que estamos ensayando?

La vida nos va dando experiencia, eso es lo que dicen los padres, recibimos constantemente portazos, tropezones, negativas y ahí seguimos luchando, caminando, corriendo y a veces gateando para lograr la meta, para llegar a nuestro objetivo, materializar nuestros sueños, porque, seamos realistas, no somos de aquellos beneficiados, privilegiados digamos, que se les abren las puertas con solo pedirlo, que la lámpara de Aladino los espera en la cuna y no los abandona aún en la tumba, otorgándoles mucho más que tres deseos, no somos gente de revista, a veces parece, que ni siquiera somos gente.

Entonces ahora me pregunto ¿Será que el final del ensayo, es la prueba final? ¿Es ya no practicar en el trampolín de tres metros sino aventarnos del de diez? ¿Será que el lienzo se convertirá en pared? ¿Será que el partido del patio trasero se transformará en cancha? ¿Será que estoy destinado a estar detrás de este escritorio esperando que engrandezca? ¿Qué sienta que el fracaso aumenta? ¿Será que las lágrimas que he derramado, serán un rio salado? ¿Qué el dolor crecerá? ¿Qué nunca conoceré la felicidad? ¿Será que somos desafortunados y ensayamos para ser desdichados e infelices por el resto de nuestras vidas? ¿Qué debemos de conformarnos con trabajos mediocres, jefes ignorantes y compañeros conformistas? Ensayamos para que nuestra desdicha crezca y en la competencia final comprobemos que somos tan desdichados como jamás nadie lo había sido, ensayamos para la copa, para la medalla de oro, para el primer lugar.

Tonto de mi, ciego, porque ya no veo que sigo soñando, ensayando las cosas que me gusta hacer, con lo que podré ser feliz. ¿O será en verdad que nos tropezamos, nos caemos y tenemos que levantarnos para lograrlo?