miércoles, 16 de diciembre de 2009

A 11 meses de tu partida

Digamos que el tiempo lo cura todo, digamos también que lo que haces con tu tiempo es lo que ayuda a sanar las heridas y por que no, digamos que la vida sigue.

Pero el tiempo, lo que hacemos y la vida ya no es igual y tener que aceptar y lidiar con esto, no ha sido, no es y no aparenta ser fácil.

Como acostumbrarse en 7 días o en 30, o en 2, 3, 9 u 11 meses a no tenerte cerca, a no escuchar tu voz o el dulce silbido de tu llegada, ¿Cómo entender que tu caricia está lejana y que no tengo tu protección?

He intentado muchas cosas para entender, he intentado aceptar lo que pasó, no doy crédito de la velocidad con que el tiempo se ha ido, mismo que de vez en vez está pausado, esperando, a un lado mío que llegue un tren y me diga, sube, ven conmigo, pero no importa en donde esté y que esté haciendo, el tren no llega y recurre a mi el mismo sentimiento, similar a estar parado en medio de un vacío negro, la oscuridad del alma le he llamado a este sentimiento que desgaja el corazón, que se llena de lágrimas, que duele, duele y duele, que cada día duele más.

Y pierdo la fe cuando siento esto, pues la desesperanza y la ansiedad se apoderan de mi cuerpo y luego vienen las lágrimas, que no se producen de un golpe o un padecimiento físico, es cuando llora el alma, y ahí, en ese momento, cuando llora el espíritu es cuando he creído y es cuando hago caso a mi madre y hablo contigo, es cuando escucho con mi voz tus palabras de aliento, cuando se que estás conmigo.

PADRE y como todos los otros días, hoy te lo repito, te amo, te amo, te respeto y te admiro, sé que descansas en paz, aunque deseo que no hubiese sucedido y no porque te desee dolor, solo que te preferiría aquí conmigo, mucho ya se ha dicho de tu gran bondad, de tu humildad, nobleza y valentía, pero que repitan tus cualidades y que se quede marcada tu sonrisa en los ojos del mundo, que se escuche el eco de tu risa y que se sienta el amor que diste en los corazones de todos aquellos que estuvimos siempre contigo.

Nunca creí extrañarte tanto, te amo padre querido.

(escrito a mi padre en septiembre de 2008)